Cuenta la historia que Cristóbal Colón intuyó la cercanía de América (aunque él creía que era Cipango) en los largos días que pasó en Porto Santo, una casi ignorada isla del archipiélago de Madeira, observando las corrientes marinas y algunas semillas de leguminosas que llegaban a sus playas y no eran conocidas en Europa. Cuenta también la historia, o la leyenda, que a una de esas playas llegó un náufrago que atendió Colón, y le habló de unas tierras hacia Occidente, mucho más próximas de lo que se creía. El entonces incipiente navegante tuvo tiempo para reflexionar sobre ello y hacer planes. Vivió allí casi tres años y estaba casado con Filipa Moniz, hija de Bartolomeu Perestrelo, primer colonizador de la isla de Porto Santo, que había sido descubierta poco antes en una expedición enviada por el infante portugués Henrique el Navegante.
Estos hechos, ocurridos hace más de 500 años, es lo más relevante que ha pasado en Porto Santo una isla que, por lo demás, ha permanecido casi olvidada del mundo, solitaria, tranquila,
silenciosa... Pero han sido esas características, esos defectos casi, los que se han convertido en sus principales virtudes, los que ahora la hacen ser buscada por algunos turistas
privilegiados.
Con su maravillosa playa de arenas vírgenes, en la que se refleja la paz y tranquilidad que reina en el resto de la isla, sus intrigantes hechos históricos y una atmósfera relajada y alejada del
fluir del tiempo, Porto Santo es el lugar ideal para unas vacaciones tranquilas. La isla tuvo su primer teléfono en 1947, la primera luz eléctrica en 1954 y durante mucho tiempo fue reacia a entrar
en el siglo XX, y mucho menos en el XXI. Sin embargo hoy, las crecientes infraestructuras de instalaciones de ocio, alojamiento y restaurantes la convierten en un lugar perfecto para olvidarse del
mundo durante unos días.
Aunque está lejos de la frondosidad de la vecina Madeira, la naturaleza ha bendecido a esta pequeña isla con unas montañas que esconden bosquecillos de estilo mediterráneo y extrañas formas creadas
por el viento en los acantilados de arenisca al norte, la zona más aislada de Porto Santo, en la que está prohibido por ley construir cualquier tipo de edificación, con la excepción del singular
campo de golf, por lo que es un lugar perfecto para caminatas solitarias y azotadas por el viento. Tierra adentro se encuentra el pueblo de Camacha, hogar de un fascinante museo de artefactos
locales.
En la capital
La mayor parte de la actividad de Porto Santo y, de hecho, la mayoría de su población, se concentra en la pequeña Vila Baleira, una ciudad detenida en el tiempo; su paz y armonía invitan a recorrerla
sin prisa. Vive lánguidamente, a su propio ritmo, con más movimiento los viernes y sábados del verano, cuando se acerca más gente desde Madeira. Vila Baleira fue el primer asentamiento que hubo en la
isla, la ciudad creció alrededor de su plaza principal, el Largo do Pelourinho, y de los Jardines del Infante. Al este posee un modesto puerto y al oeste se extiende la famosa playa de Porto Santo.
La arena de sus más de 9 kilómetros de playa ofrece propiedades terapéuticas especiales, además de ser muy fina, tiene un gran contenido de carbonato de calcio, el agua que rodea la isla es abundante
en yodo, magnesio y calcio, es trasparente como pocas veces se encuentra en los sitios turísticos, y representa, junto a la calidad de la arena, un excelente tratamiento para los cuerpos fatigados y
cansados del estrés de la vida moderna. Un lugar excelente para alojarse es el Pestana Porto Santo Resort, un complejo moderno con acceso directo a la playa que cuenta con unas sensacionales
instalaciones que harán muy agradable la estancia en la isla.
Vila Baleira ofrece grandes oportunidades de compras y acoge el Museo de Cristóbal Colón. En su interior se pueden ver varios diagramas de los diferentes viajes del descubridor, copias de algunos
mapas. (E. Sancho/Open Comunicación)